domingo, 1 de mayo de 2016

La senda honda. José Manuel Ramón

 
 


La senda honda
 
José Manuel Ramón
 
Devenir, Madrid, 2015
 
 
El poeta oriolano afincado en Fuengirola (Málaga), José Manuel Ramón, publica su primer poemario, La senda honda, en la prestigiosa editorial madrileña Devenir, que tantos y buenos nombres ha aportado a nuestra lírica contemporánea, un hecho que no es de extrañar, pues José Manuel Ramón incursionó en la poesía hace casi treinta años, con la publicación de la plaquette Génesis del amanecer (1988), antes había sido uno de los fundadores, en 1985, de la mítica revista de creación Empireuma, llegando a ser codirector de la misma hasta 1991, por el camino fue incluido en varias antologías y colaborado en publicaciones de ámbito nacional e internacional. Tras este prometedor periplo se apartó voluntariamente de la poesía por espacio de veinte años y ahora vuelve a la primera plana con este poemario escrito, en su mayor parte, en aquella época, por tanto no debe sorprender, como decía, la apuesta de Devenir por un autor “novel” pero con una amplia experiencia.
El poemario viene avalado por José Luis Zerón Huguet, que firma un extenso prólogo desde la amistad, no debemos olvidar que Zerón fue junto a Ramón uno de los fundadores de la revista literaria Empireuma, nadie mejor que él para dar cuenta de aquella etapa donde se gestó el poemario que nos ocupa, así Zerón celebra la vuelta de Ramón a la palestra poética con pie firme y rigor, esta vez para quedarse por tiempo indefinido.
Las citas de Fernando de Herrera y José Bergamín advierten al lector del tono del libro, que aborda dos de los grandes temas que preocupan al hombre: el tiempo y la muerte. El poemario se estructura en tres partes, la primera, titulada “Declive”, es la más extensa, y en ella el autor expone su estilo, un discurso que se caracteriza por la ausencia de signos de puntuación, excepto el punto final de cada poema, y un lenguaje incisivo e intenso que le permite describir su angustia existencial. En el “Exordio” que inaugura el libro José Manuel Ramón adelanta la tesis del mismo: “cada sombra anuncia/ una claridad devastadora”. En efecto, a lo largo de esta primera parte podemos observar un empleo sistemático de términos que remiten a la dicotomía entre luz y sombra: noche, crepúsculo, tinieblas, destello, fuego; además el autor se sirve de determinados símbolos para reflexionar sobre el sentido de la vida, como el sueño y el insomnio, trémulos propileos sobre los que entibar ese declive al que ineluctablemente estamos abocados.
En la segunda parte, titulada “Soledad consciente”, José Manuel Ramón toma como “ejemplo” una cita de Altolaguirre para ahondar en esa sensación inherente a la condición humana, así cada poema es un ejercicio de introspección, motivado unas veces por el agua, en forma de lluvia, y otras por “vientos que erosionan los cuerpos”, pero José Manuel va más allá, su discurso, transido de silencio, desemboca en el desasosiego, fruto de esa soledad congénita, que el autor plasma con acierto en esta estrofa:
 
¿Quién podría sentirse
más solo que uno mismo
si no dejamos de formular crueles acertijos
si el único fin posible que hallamos
es la angustia del vacío el dolor estéril
el llanto por lo que no ha de ser?
 
Su poesía se inspira en la naturaleza para hallar en ella el significado profundo que alivie los recuerdos, como efímero asidero contra el dolor de la memoria. Sin duda, la poética de José Manuel Ramón es personal, intimista, pues va de dentro afuera en un continuo fluir hacia el vacío que, en definitiva, es la existencia.
La tercera parte, “De regreso”, está constituida por un único y largo poema, las citas de Mihail Eminescu y Wislawa Szymborska nos sitúan en el bosque por donde discurre la senda honda de una conciencia crítica que anhela la luz que se filtra en la espesura, por el camino queda la huella hundida en la tierra mojada bajo un “sol de niebla”.
Con un modo de decir particular y un lenguaje culto y elegante, José Manuel Ramón viaja a las profundidades de su alma para enjalbegar las sombras que se cierran, he aquí una poesía con vocación de altura para cantar a “la naturaleza brumosa/ que somos”.
 



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