domingo, 17 de julio de 2016

En alguna parte es otoño. María Teresa Espasa

 
 

 
En alguna parte es otoño
María Teresa Espasa
Ediciones Hiperión, Madrid, 2015
 
La poeta, ensayista y profesora María Teresa Espasa Moltó es, sin duda, una de las grandes damas de nuestra lírica actual, que desde la tribuna de la tertulia “La Buhardilla”, las páginas de la revista Corondel y de la colección Los Pliegos de Ítaca, ha desarrollado una intensa y fructífera labor literaria, que con sus últimos trabajos poéticos ha conseguido el reconocimiento que merece, así con El congreso obtuvo el prestigioso XI Premio de Poesía Leonor de Córdoba en 2012, y con la antología Tanto y tanto silencio le fue concedido el Premio de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) a la trayectoria poética en 2015, pero antes obtuvo otros premios, como el Vila de Mislata en 1999 por Cuando puedas llama. Con todo nos encontramos ante una autora solidaria e inquieta, que ha sido antologada por Sergio Arlandis en Mapa. 30 Poetas valencianos en la democracia (2009) y en la tercera entrega del grupo poético “El limonero de Homero”, que integra junto a Blas Muñoz Pizarro, Antonio Mayor, Vicente Barberá y Joaquín Riñón.
Su nuevo trabajo, el poemario En alguna parte es otoño, que publica con primor la prestigiosa editorial Hiperión, ha merecido el XXXII Premio Ciutat de València “Vicente Gaos” de poesía en castellano. Un poemario donde podemos constatar que los temas que lo vertebran son los habituales en su poesía, estos son: el amor, íntimo y expresado con delicadeza, el silencio, que amenaza con su nada, y el inexorable paso del tiempo, de ahí el loable empeño de eternizar instantes que lo fueron todo en su momento, expresados con elegancia y sensualidad. Sin embargo, el título, tan hermoso y sugerente, no es baladí pues dice mucho de su contenido, en efecto, María Teresa nos habla desde el otoño de su vida pero con tanta fuerza y pasión, que aunque siente el otoño en su corazón no así en su entendimiento, haciendo gala de una experiencia que por su hondura y sinceridad es digna de encomio.
El poemario se abre con un ilustrativo comentario de la autora que evoca un paisaje que nos remite al otoño del título, y por ende de su vida, donde reconoce que si bien ha perdido la inocencia del tiempo aún continua firme la voluntad de escribir su destino junto a esos abedules, hayas, robles y pinos, cuyas hojas caducas enmarcan una escritura de madurez sensible y reflexiva.
Un Pórtico inicia la obra con una cita de T. S. Eliot, no podría encontrar mejor cita María Teresa para afirmar su voluntad de verter lo transitorio y efímero en el delta de lo eterno, y un extenso poema, titulado “Entre murmullos”, que encabeza otra cita, esta vez de Ricardo Bellveser, con quien le une una estrecha amistad, un poema que introduce el tema principal que desencadena el libro: el amor y su naturaleza, su memoria y su destino, la autora lo describe maravillosamente en estos versos: “Todo crece en silencio:/ las dudas, el orgullo,/ el viento o el amor/ cuando llega y nos sorprende.”
En cuanto a la estructura, el poemario se compone de treinta y cuatro poemas que se dividen en cinco partes, así en la primera, que lleva el significativo título “Los tiempos de la vida”, María Teresa engarza los recuerdos con gran sensualidad y belleza sobre un marco idílico: la arena y las dunas “en las playas azules de Sorolla”, lugar de encuentro de los amantes al abrigo de la luz tenue de los atardeceres o de una hoguera.
En la segunda parte, titulada “La ley de los caminos”, dos citas, de César Simón, y Rafael Soler, con el tren y el avión como protagonistas, respectivamente, le sirven a la autora para indagar en el tema del viaje, iniciático, largo y lleno de experiencias, a la manera de Kavafis, para trazar un itinerario que discurre “por ciudades que atraviesan laberintos o en trenes de trayectos nocturnos para seguir a un amante que cada día escribe una ruta diferente, aquí María Teresa derrocha entrega a raudales a pesar de la incertidumbre del deseo. Pero también ahonda su huella en lugares emblemáticos de la geografía española, como los montes de Gredos, el Montgó, un Madrid lluvioso, Santillana del Mar, o en grandes capitales europeas, como Praga, Varsovia, Bruselas, Berlín, Colonia, París, hasta aterrizar en Nueva York, lugares que dan cuenta de una poeta cosmopolita que se deja invadir por la nostalgia para extraer la piedra del conocimiento. Podríamos definir la poesía de María Teresa Espasa como una interacción entre el afuera y el adentro, pues es la naturaleza externa y sus fenómenos los que a menudo desencadenan un torbellino de sensaciones y sentimientos en su interior, a veces atormentado por lo huidizo del tiempo y el prisma esmerilado del recuerdo.
La tercera parte, “Cuando llega el silencio”, es la del desengaño, el adiós, y el dolor resultante de ambos, aquí María Teresa escribe desde el desgarro de la pertinaz herida abierta en la memoria, pero la escritura también es terapéutica y le permite liberar el sentimiento de la cárcel del pensamiento para compartir su experiencia con una sinceridad admirable en un ajuste de cuentas con el pasado.
En la cuarta parte, titulada “Después de todo, regresar es lo que importa”, la añoranza le incita a anhelar el regreso del ser amado a través de sus versos, así la poesía se convierte en el reclamo e instrumento para invocarlo pues a través de las palabras puede disipar la incertidumbre de una historia privada que se resiste al silencio.
La quinta y última parte, “Junto a ti me deslizo”, está compuesta por un único poema donde la memoria, y su caudaloso cauce, continúa su curso “esperando la llegada/ del próximo diciembre” porque el tiempo permanece anclado en el recuerdo de un amor presentido.
En definitiva, María Teresa Espasa recrea con viveza pasajes de un amor duradero, que por su naturaleza se asocia con el otoño y que espera un cálido invierno.





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