viernes, 8 de julio de 2016

Poemas que mojó la lluvia. José Antonio Mateo Albeldo

 
 

 
Poemas que mojó la lluvia
José Antonio Mateo Albeldo
Editorial Neopàtria, Alzira, 2015
 
 
Poemas que mojó la lluvia, con este precioso título publica José Antonio Mateo Albeldo su quinto poemario en Editorial Neopàtria, un sello editorial de nuevo cuño, con sede en Alzira, Valencia, que alberga títulos en catalán y en castellano, y que alcanza con este libro el número 14 de su colección “Opera Prima”, que dirigen Manel Alonso i Català y Antoni M. Bonet.

El poemario cuenta con un prólogo de Mar Busquets-Mataix, que aborda los caminos que el poeta transita en este volumen, como la naturaleza y el amor. A continuación unos versos de José Luis Zúñiga, que inspiran el título de todo el conjunto y que sintetizan el espíritu que lo vertebra, borrar lo superfluo para dejar sólo la esencia, dan lugar a un poema a modo de proemio, donde el autor inventa el neologismo “taládice” para expresar lo que “no es nada/ y a la vez lo es todo”.

La poesía de José Antonio Mateo Albeldo tiende, sin ambages, a la densificación conceptual y al minimalismo expresivo, con la intención de decir mucho con muy poco. Se trata, pues, de una poesía exigente, no es extraño que medien seis años entre el poemario que nos ocupa y su anterior trabajo, La casa donde duermen los relojes (Els llibres de l´Argila, 2009), lo que nos da una idea de lo laborioso de su quehacer, entre recortes y estancias en el cajón, allí donde mejor maduran los versos.

El libro se estructura en cuatro partes. La primera, titulada “ El desequilibrio que me habita”, está integrada por siete poemas breves, sin título, que será la constante a lo largo de todo el poemario, algo indisolublemente unido a esa concepción de ars poetica que cultiva José Antonio Mateo. Además el autor suele introducir sus poemas con versos de poetas amigos: José Albi, Antonio Cabrera, Berna Blanch, M. Carme Arnau, Mar Busquets, M. Carmen Sáez. Especialmente emotivo es el que dedica a su hijo: “pronto escribirás/ tu propio camino.”

La segunda parte reúne ocho poemas bajo el epígrafe “Lo que no es soledad”, donde el poeta sintetiza sensaciones y sentimientos en composiciones de cuatro a seis versos, próximas al aforema, veamos un ejemplo:

En la blanca seda de tus manos
se desgranan los deseos.

Ahora sé, que todos los nombres
descansan en una mirada.” (V)

En la tercera parte, “Olas que nunca regresan”, se agrupan trece poemas con un tono más oscuro, aquí aparece la noche, que convoca al olvido, la muerte, ese fin último (“Ser poeta es morir siempre buscando”), y el reloj, como símbolo del tiempo en fuga. Sin embargo, también hay lugar para el deseo, “para la sed de los cuerpos”, aunque la tristeza se acabe imponiendo.

La cuarta y última parte es la más extensa, bajo el título “Intuición de vuelo” se reúnen veintiuna impresiones sobre parajes y pueblos que forman parte del trayecto vital de José Antonio Mateo, que se entrega a la pura contemplación de un paisaje que le dicta “versos hechos de sol/ que ayer mojó la lluvia”. En efecto, el poeta camina, mira, respira, siente, intuye, quiere ser parte del paisaje, no ser nada para ser todo, ser “la paz/ y el equilibrio...

En definitiva, José Antonio Mateo da un gran paso en ese camino de perfección formal e estilística que se ha trazado.



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