lunes, 1 de agosto de 2016

El viajero en la niebla. José Luis García Herrera

 
 


El viajero en la niebla
José Luis García Herrera
Editorial El Full, Onda, 2016
 
 
El poeta barcelonés José Luis García Herrera es uno de los más laureados en los últimos años, pues desde que iniciara su singladura poética en 1990, con la publicación de Lágrimas de rojo niebla (Premio “Vila de Martorell” 1989), ésta se ha visto jalonada por multitud de premios que avalan la trayectoria literaria de un poeta prolífico e inquieto.
Con El viajero en la niebla ha obtenido recientemente el premio de poesía del LI Certamen Nacional Literario del Ateneo Cultural y Mercantil de Onda (Castellón). Publicado por Editorial El Full en el nº 6 de la Colección de Poesía Ateneo, nos encontramos con un poemario denso que ahonda sus pasos en las arenas movedizas de un mundo hueco recubierto por la niebla, y donde el poeta, ese viajero con ansia de sabiduría, se adentra por medio de la palabra.
El libro se abre con tres citas, de Ángel González, Felipe Benítez Reyes y Marcos Siena, que enmarcan la voluntad de medrar en la derrota para continuar un viaje iniciático por los claroscuros de la vida con un solo billete de vuelta.
José Luis García Herrera estructura el poemario en seis partes precedidas por un “Poema de taberna” a modo de prólogo lírico. Seis poemas integran la primera parte, que lleva por título “Las sombras de la sombra”, donde el poeta recita “versos turbios como el poso del café” y canta con desencanto pues es consciente de que “la vida es un travesía para alcanzar la nada”. Abundan los vocablos que denotan lo inminente de la muerte, que se materializa en la fría noche.
Otros seis poemas componen la segunda parte, titulada “Diario de estancias y distancias”, donde el espacio se hace físico, así determinados lugares, como la calle del Prado, en Madrid, o el Cementerio de los ingleses, en el Monte Igeldo, son el escenario donde se desarrolla el poema, donde la oscuridad y la muerte vuelven a dominar los versos. Pero también la soledad y la tristeza, la lluvia y el silencio, invaden el alma de un poeta que reflexiona sobre el tiempo como un sueño.
La tercera parte, con el título de “La niebla”, está compuesta por un poema en cinco partes, que se articula como centro. Aquí José Luis García Herrera reflexiona a partir de una cita de Antonio Gamoneda sobre los límites de lo real y lo imaginario, así escribe el autor: “La vida se oye. El silencio/ es la niebla oscura que lloran los muertos.”. Como podemos observar los versos mantienen el tono y la tensión de los anteriores, una constante que manifiesta la sólida unidad de todo el poemario.
En la cuarta parte cuatro poemas se agrupan bajo el epígrafe “Sin brújula hacia el frío” (nótese el acierto y la belleza a la hora de titular los diferentes apartados), aquí José Luis García Herrera transita por espacios concretos: Copenhague en “Una carta desde el frío”, Roma en “Ponte Sisto”, Creta en “Regreso a Cnossos”, hasta desembocar en las calles mojadas de Lisboa, en “Fábula del fuego derrotado”, donde “La herida del desamor todo lo cura”, con un solo de saxo y Antonio Muñoz Molina al fondo. La nostalgia recorre unos versos ateridos por la humedad de un invierno que se posa y pesa en los poemas.
La quinta parte es la más extensa, en los diez poemas que la integran, con el título “Fe en la mínima luz callada”, el poeta continúa “esta travesía sin destino” con la esperanza de saldar todas sus deudas, para ello apela constantemente a la memoria, a “épocas de latón, de trapo y pandereta”. En “este viaje a ningún sitio” el poeta debe atravesar la tundra de los sueños dejando tras de sí un reguero de sangre, es el óbolo que debe pagar para alcanzar los callejones donde se abran “caminos de luz sobre mares de escarcha”. Todo nos remite a ese viaje iniciático, donde la experiencia se erige en verdadera ciencia de la vida, a estas alturas el poeta es consciente de que “mirar hacia atrás no me devolverá la vida” pues no sólo de recuerdos vive el hombre dado que el olvido amenaza con su nada, pese a ello no duda en proseguir su rumbo aunque sus pasos le conduzcan “al rincón sombrío/ donde ya nadie nos espera”. Con vocación aforística el poeta reconoce que “la vida es una batalla por ganar, aunque esté perdida”, por ello decide borrar el miedo y brindar por ella, con la esperanza de reconocerse entre la multitud de los héroes anónimos, olvidados, sin patria, pero, al fin y al cabo, sinceros y “dignos de su historia”, más allá de “una espesa resaca de fechas y de nombres”.
En la sexta y última parte, “Cinco esquinas del invierno”, José Luis García Herrera retoma el pasado con aire de melancolía al rememorar, bajo una lluvia de invierno, episodios del ayer en sus primeros versos, en unas viejas fotografías o en un libro de Vicente Gallego, y ello con el deseo expreso de volver a ese tiempo muerto y rescatar “trazos de aquella infancia”, pero sus lágrimas no se confunden con la lluvia y sobre ellas edifica su torre de silencio, porque la tristeza, como reza en el último poema, son los recuerdos: “leyendas de papel entre las manos/ de viajeros perdidos en la niebla.”.
En definitiva, José Luis García Herrera consigue con esta obra, de una coherencia realmente admirable, añadir un nuevo peldaño en una carrera ascendente que promete seguir avanzando.


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