Museo de cera
José María Álvarez
Editorial Renacimiento, Sevilla, 2002
La
reciente publicación de Seek
to know no more
(Renacimiento, 2015), nos devuelve al José María Álvarez
(Cartagena, 1942) más misceláneo y culturalista, y es la excusa
perfecta para rendir homenaje a una de las obras capitales de nuestra
lírica contemporánea, me refiero a ese monumento en forma de
volumen de poemas titulado Museo
de cera. En él, el
poeta murciano reúne una etapa sustancial de su vida, y digo bien,
porque en Álvarez vida y literatura vienen a ser la misma cosa.
La
creación de la obra abarca un amplio período, que se inicia en
1974, con una primera edición bajo el título 87
poemas, y llega hasta
la séptima y última, que data de 2002, en el que la misma se fue
perfilando y engrosando merced a un decidido afán de depuración
estilística en aras de la perfección formal y la búsqueda de un
estilo único que reflejara un mundo interior rico en referentes
culturales, históricos y filosóficos, santo y seña de su
generación, no debemos olvidar que su autor fue incluido en la
selecta nómina de nueve “novísimos”
antologados por José
María Castellet en su mítica publicación de 1970.
José
María Álvarez ha configurado a fuego lento su obra maestra, que en
1993 alcanza una notable trascendencia con la quinta edición
publicada por la influyente editorial Visor. Por el camino han
aparecido sucesivas ediciones “definitivas”, desde la segunda, en
Hiperión, - en realidad una primera compilación fechada entre 1960
y 1977, con el sugerente subtítulo “Manual para exploradores”-,
hasta su publicación, esta vez sí definitiva, en Renacimiento, en
2002. La editorial sevillana nos presenta un volumen de 905 páginas,
que supone todo un maremágnum ordenado con delicadeza e ingenio. Muy
pocos autores han abordado una obra tan ambiciosa, de hecho su ardua
tarea recuerda a otro gigante de nuestras letras, Jorge Guillén y su
Cántico,
en el que el poeta vallisoletano invirtió no menos de cuatro
lustros. Émulo de aquel en cuanto a alcance e influencia, Museo
de cera era la forma
que tenía Álvarez de englobar su poesía completa a medida que ésta
crecía, un ciclo que tuvo varias etapas: los sucesivos poemarios que
iba publicando de forma “independiente” y que finalmente pasarán
a engrosar Museo de
cera: Tosigo ardento, El escudo de Aquiles y
Signifying nothing,
entre otros.
Las
diferentes partes que integran la obra son fiel reflejo de una
poética tan interdisciplinar como cosmopolita, donde Álvarez recrea
con verdadero ingenio pasajes y personajes, realidad y ficción, en
un artificioso juego de palabras cuyos significantes y significados
se orquestan con mano maestra. Pero si algo caracteriza a Museo
de cera es, sin duda,
su singularidad y afán enciclopedista, donde el autor concibe su
historia como universal gracias a la ingente amalgama de referencias
culturales, sobre todo del cine norteamericano de la edad dorada de
Hollywood, una pasión cinéfila que hace que por sus páginas
desfilen decenas de mitos y leyendas, en un conjunto asombroso de
ambición medida.
Pero
la lista es infinita pues no sólo se dan cita numerosos
protagonistas de la historia, entre literatos, pensadores y artistas,
sino que éstos conviven en armonía con otros que son producto de la
desbordante imaginación de José María Álvarez. En suma, un
extraordinario trabajo de erudición e inventiva que deslumbra y
desconcierta.
Otro
rasgo significativo es la abundancia de citas de la más diversa
procedencia, cuya extensión muchas veces supera a la de los versos a
los que sirven de “entradilla”. La universalidad de la obra viene
marcada por la pluralidad de idiomas que titulan y se incorporan en
los poemas: griego, latín, inglés, alemán, francés, etc.
Con
todo podríamos calificar Museo
de cera como monumento
u homenaje a la Cultura, que ha colocado a José María Álvarez en
la cumbre de una tendencia fundamental para comprender el abigarrado
panorama de la lírica actual, tendido entre una posmodernidad
individualista y una vuelta a lo social como arma cargada de futuro,
y esperanza.
Gregorio
Muelas Bermúdez