miércoles, 26 de octubre de 2016

Museo de cera. José María Álvarez

 
 


Museo de cera
José María Álvarez
Editorial Renacimiento, Sevilla, 2002
 
 
La reciente publicación de Seek to know no more (Renacimiento, 2015), nos devuelve al José María Álvarez (Cartagena, 1942) más misceláneo y culturalista, y es la excusa perfecta para rendir homenaje a una de las obras capitales de nuestra lírica contemporánea, me refiero a ese monumento en forma de volumen de poemas titulado Museo de cera. En él, el poeta murciano reúne una etapa sustancial de su vida, y digo bien, porque en Álvarez vida y literatura vienen a ser la misma cosa.
La creación de la obra abarca un amplio período, que se inicia en 1974, con una primera edición bajo el título 87 poemas, y llega hasta la séptima y última, que data de 2002, en el que la misma se fue perfilando y engrosando merced a un decidido afán de depuración estilística en aras de la perfección formal y la búsqueda de un estilo único que reflejara un mundo interior rico en referentes culturales, históricos y filosóficos, santo y seña de su generación, no debemos olvidar que su autor fue incluido en la selecta nómina de nueve “novísimos” antologados por José María Castellet en su mítica publicación de 1970.
José María Álvarez ha configurado a fuego lento su obra maestra, que en 1993 alcanza una notable trascendencia con la quinta edición publicada por la influyente editorial Visor. Por el camino han aparecido sucesivas ediciones “definitivas”, desde la segunda, en Hiperión, - en realidad una primera compilación fechada entre 1960 y 1977, con el sugerente subtítulo “Manual para exploradores”-, hasta su publicación, esta vez sí definitiva, en Renacimiento, en 2002. La editorial sevillana nos presenta un volumen de 905 páginas, que supone todo un maremágnum ordenado con delicadeza e ingenio. Muy pocos autores han abordado una obra tan ambiciosa, de hecho su ardua tarea recuerda a otro gigante de nuestras letras, Jorge Guillén y su Cántico, en el que el poeta vallisoletano invirtió no menos de cuatro lustros. Émulo de aquel en cuanto a alcance e influencia, Museo de cera era la forma que tenía Álvarez de englobar su poesía completa a medida que ésta crecía, un ciclo que tuvo varias etapas: los sucesivos poemarios que iba publicando de forma “independiente” y que finalmente pasarán a engrosar Museo de cera: Tosigo ardento, El escudo de Aquiles y Signifying nothing, entre otros.
Las diferentes partes que integran la obra son fiel reflejo de una poética tan interdisciplinar como cosmopolita, donde Álvarez recrea con verdadero ingenio pasajes y personajes, realidad y ficción, en un artificioso juego de palabras cuyos significantes y significados se orquestan con mano maestra. Pero si algo caracteriza a Museo de cera es, sin duda, su singularidad y afán enciclopedista, donde el autor concibe su historia como universal gracias a la ingente amalgama de referencias culturales, sobre todo del cine norteamericano de la edad dorada de Hollywood, una pasión cinéfila que hace que por sus páginas desfilen decenas de mitos y leyendas, en un conjunto asombroso de ambición medida.
Pero la lista es infinita pues no sólo se dan cita numerosos protagonistas de la historia, entre literatos, pensadores y artistas, sino que éstos conviven en armonía con otros que son producto de la desbordante imaginación de José María Álvarez. En suma, un extraordinario trabajo de erudición e inventiva que deslumbra y desconcierta.
Otro rasgo significativo es la abundancia de citas de la más diversa procedencia, cuya extensión muchas veces supera a la de los versos a los que sirven de “entradilla”. La universalidad de la obra viene marcada por la pluralidad de idiomas que titulan y se incorporan en los poemas: griego, latín, inglés, alemán, francés, etc.
Con todo podríamos calificar Museo de cera como monumento u homenaje a la Cultura, que ha colocado a José María Álvarez en la cumbre de una tendencia fundamental para comprender el abigarrado panorama de la lírica actual, tendido entre una posmodernidad individualista y una vuelta a lo social como arma cargada de futuro, y esperanza.
 
Gregorio Muelas Bermúdez



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